30.8.11

 

Severina [Rodrigo Rey Rosa]

"Cuando desperté estaba oscuro. Ella dormía. Con los ojos clavados en una pequeña grieta del cielo raso, me puse a pensar en el futuro, el futuro inmediato y más o menos previsible, el que se puede -o creemos que se puede- controlar; y luego también en el otro, el lejano y misterioso, que nadie puede prever, el que se intuye sólo oscura y vagamente"
Rodrigo Rey Rosa: Severina

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29.8.11

 

Un Presidente para enfrentarnos a lo que viene


Estoy aprovechando la sequía veraniega de series para ver de un tirón (aunque dudo que lo logre) “El Ala Oeste de la Casa Blanca”, la serie nacida de la prodigiosa y reveladora mente de Aaron Sorkin que se emitió desde 1999 hasta 2006.

Al comienzo de la cuarta temporada dos de los miembros más cercanos e importantes del equipo del Presidente de EEUU se quedan tirados en un pequeño pueblo de Indiana mientras se suceden los actos de la campaña electoral del Presidente Bartlet que está tratando de lograr la reelección frente a Ritchie, el candidato propuesto por el Partido Republicano.  Donna, la secretaria de uno de ellos que los acompaña, harta de escucharlos discutir sobre los entresijos de la campaña, les suelta mientras toman unas cervezas en una perdida cafetería:

“Tengo ganas de golpearos cabeza con cabeza. No estoy bromeando. No puedo recordar la última vez que os oí hablar de otra cosa que no fuera la campaña de Washington. Cathy tiene un segundo trabajo, así a su padre le cubre el seguro. Te dijo lo mal que están los agricultores, tú respondiste que habíamos perdido Indiana. Te has reído de la feria, pero nunca has visto una. Dan premios para el tomate y la manzana más grande. Están orgullosos de lo que cultivan. Ocho medios de transporte, la generosidad de seis desconocidos conversaciones con doce más, y sólo os preocupa Bartlet contra Ritchie.”

A ellos esta reflexión de estar más cerca de las personas (que no de los votantes) les sirve, les ayuda. O, al menos, eso es lo que parece cuando al final del capítulo pronuncian las siguientes palabras que deberían tener en muy en cuenta los principales partidos políticos de cara a las próximas elecciones generales:

“Si nuestro trabajo nos enseña algo es que no sabemos cómo le va a ir al próximo presidente. Si escogemos a alguien con la visión, alguien con las agallas, alguien que conecte con las vidas de las otras personas y sus preocupaciones haciéndolos mejores. Si elegimos a alguien para que nos inspire podremos enfrentarnos a lo que viene y lograr cosas que no podemos imaginar. En vez de decir a las personas quién reúne las condiciones necesarias, en lugar de decir a las personas quién tiene las mejores ideas, hagámoslo obvio. Va a ser difícil. Entonces haremos lo que tengamos que hacer.”

Pues eso… haremos lo que tengamos que hacer.

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23.8.11

 

Los enamoramientos [Javier Marías]


“En toda relación desigual y sin nombre ni reconocimiento explícito, alguien tiende a llevar la iniciativa, a llamar y a proponer encontrarse, y la otra parte tiene dos posibilidades o vías para alcanzar la misma meta de no esfumarse y desaparecer en seguida, aunque crea que de todas formas será ese su destino final. Una es limitarse a esperar, no dar nunca un paso, confiar en que pueda añorársela y en que su silencio y su ausencia resulten insospechadamente insoportables o preocupantes, porque todo el mundo se acostumbra pronto a lo que se regala o a lo que hay. La segunda vía es intentar colarse con disimulo en la cotidianidad de ese alguien, persistir sin insistir, hacerse sitio con pretextos varios, llamar no a proponer nada –eso está vedado aún- sino a consultar cualquier cosa, a pedir consejo o un favor, a contar lo que nos ocurre –la manera más eficaz y drástica de involucrar- o a dar alguna información; estar presente, actuar como recordatorio de uno mismo, tararear en la distancia, zumbar, dar lugar a un hábito que se instala imperceptiblemente y como a hurtadillas, hasta que ese alguien se descubre echando en falta la llamada que se ha hecho consuetudinaria, siente algo parecido al agravio –o es la sombra de un desamparo- e, impaciente, levanta el teléfono sin naturalidad, e improvisa una excusa absurda y se sorprende marcando en él.”

Javier Marías, Los enamoramientos

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