VISIONES ENCONTRADAS

Ha pasado una semana de la soporífera entrega de los Premios Goya que ni Carmen Machí haciendo de Aída una vez más (¿o era haciendo de sí misma?) consiguió levantar. Una ceremonia retransmitida por TVE con más de media hora de retraso supuestamente para darle más agilidad y que consiguió que nos acostásemos a la una de la mañana cuando a las doce ya sabíamos que “Camino” era (merecidamente) la mejor película española del año pasado.

Quería poner el foco en tres cosas de estos Goya 2009:

En primer lugar los dos premios que se le otorgaron a Juan Manuel Montilla, “El Langui”, lider del grupo de hip – hop “La excepción”, por su formidable trabajo en la cinta “El truco del Manco“.
Resulta significativo que un escenario como el de los Premios Goya no fuese accesible y El Langui tuviese importantes dificultades para subir por la escalinata. Tras la reinvindicación: “Estas cosillas son las que le impiden a uno ser del todo autosuficiente”, el realizador de la gala nos “ahorró” las imágenes de la escalera cuando subió a recoger el segundo galardón.



Los cortometrajes suelen pasar bastante desapercibidos en estos premios, salvo que esté protagonizado o dirigido por algún actor famoso. Ángel Loza consiguió el Goya al Mejor Corto Documental por su trabajo “Héroes. No hacen falta alas para volar”, que narra la vida de Pascal Kleiman (del que ya hablamos en El Diario de AEXTO). Sin brazos desde su nacimiento, Pascal utiliza sus pies como si fueran sus brazos y sus manos. Y lo hace con una destreza asombrosa. Compone y mezcla música fabulosamente, así como escribe, cocina, atiende su comercio y se desenvuelve en su vida cotidiana.

En tercer lugar, quería que prestar atención al Goya a la Mejor Película Documental que recayó en: “Bucarest. La memoria perdida” de Albert Solé, hijo del dirigente socialista Jordi Solé Turá que reconstruye su historia personal y la de su padre acompañado de muchas de las personas que le acompañaron en los significativos momentos de la transición española. Dice Eric Company en un reportaje para El País que “si el cariño y la emoción curasen el alzheimer, Jordi Solé Tura, el veterano político que la padece desde el año 2000, habría tenido una intensa sesión de terapia.”