5.5.08

 

Kafka y la muñeca viajera

En mayo de 2005, Cesar Aira, escribió en Babelia, el suplemento cultural de El País, la siguiente historia sobre una muñeca viajera:

“En 1923, viviendo en Berlín, Kafka solía ir a un parque, el Steglitz, que todavía existe. Un día encontró a una niñita llorando, porque había perdido su muñeca. Kafka inventó al instante una historia: la muñeca no estaba perdida, sólo se había ido de viaje, para conocer mundo. Y le había escrito a su dueña una carta, que él tenía en su casa y le traería al día siguiente. Y así fue: esa noche se dedicó a escribir la carta, con toda seriedad. Al día siguiente la niña lo esperaba en el parque, y la "correspondencia" prosiguió a razón de una carta por día, durante tres semanas. La muñeca nunca se olvidaba de enviarle su amor a la niña, a la que recordaba y extrañaba, pero sus aventuras en el extranjero la retenían lejos, y con la aceleración propia del mundo de la fantasía, estas aventuras derivaron en noviazgo, compromiso, y al fin matrimonio e hijos, con lo que el regreso se aplazaba indefinidamente. Para entonces la niña, lectora fascinada de esta novela epistolar, se había reconciliado con la pérdida, a la que terminó viendo como una ganancia.”

Jordi Sierra i Fabra leyó, como otros muchos lectores, este texto. ¿Cómo serían esas cartas? ¿Cómo fue la relación entre el escritor y la niña? ¿Cómo afectó ese proceso de escritura a la precaria salud del alemán? Sin miedos decidió reconstruir esta sugerente historia. El resultado es Kafka y la muñeca viajera, libro que recibió (merecidamente) el pasado año el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Anoche acabé con el libro. Poco más de 140 deliciosas páginas con ese tamaño de letra habitual en los libros infantiles (está recomendado para mayores de 8 años). Un precioso libro que habla de lo que hablan las obras clásicas, las imperecederas: la vida, la libertad, el amor, las ausencias, la soledad, las decisiones personales, los miedos,…

Me encanta su párrafo sobre las parejas en el parque Steglitz:
“Parejas prematuras, parejas ancladas en el tiempo, parejas que aún no sabían que eran parejas, ancianos y ancianas con sus manos llenas de historias y sus arrugas llenas de pasado buscando los triángulos del sol, soldados engalanados de prestancia, criadas de impoluto uniforme, institutrices con niños y niñas pulcramente vestidos, matrimonios con hijos recién nacidos, matrimonios con sus sueños recién gastados, solteros y solteras de miradas esquivas, solteros y solteras de miradas procaces, guardias, jardineros, vendedores…”

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