22.3.08
Semana Santa
Leo en el blog de Rodolfo Serrano algo que llevo pensando todos estos días. Ojala continue lloviendo. Espero que no lo lea mi madre. Copio y pego:
Veo por la tele el llanto de los cofrades porque la lluvia ha impedido la salida de los pasos de Semana Santa. Respeto sus lágrimas y lo que ya no es más que una tradición asociada al turismo. Pero no deja de ser un sarcasmo. Hasta ahora, la gente ha mirado al cielo, como decía Machado, "con ojo inquieto si la lluvia tarda".Y la lluvia tarda.
Es como para no creer en Dios. No ha llovido durante meses y, precisamente ahora, se pone a llover, cuando en la lógica cofrade, no debía caer ni una gota. Debe ser que Dios pasa de las procesiones. Se ha convertido una expresión religiosa en un acto lúdico, fiestero y exagerado que nada o muy poco tiene que ver con la religión del Cristo al que adoran.
Esas vírgenes, esos cristos, cubiertos de oro y plata, con mantos recamados de joyas, no son sólo un insulto hacia un mundo que muere de hambre, es también el folclore en su peor expresión. Como espectáculo, le falta ritmo. Como hecho religioso, no sé qué tiene que ver con el amor y la pobreza predicados por el Nazareno.
Ayer veía al Papa lavando los pies de una docena de fieles con palanganas y jarros de oro en recuerdo del acto de humildad demostrado por el cristo al lavar los pies a sus discípulos. Brillaba el Vaticano como un ascua. La riqueza destellaba entre los cirios y las luces. Cristo lloraba y sufría en el Tibet, en Palestina, en África... y los sacerdotes de su religión bebían el vino de la misa en cálices de oro y pedrerías, vestían sus cuerpos con clámides y casullas de seda bordadas con hilo de oro.
Los cofrades que habían podido salir en procesión vestían sus caperuzas de colores, sus cíngulos dorados. Y debajo de los pasos penitenciales una veintena de muchachos se rompían la espalda cargando toneladas de riqueza. Luego, en un descanso, bebían sus minis de cerveza y devoraban entre risas bocadillos y tenteempies.
Cuesta trabajo entender tanta ostentación. Los cofrades de las procesiones suspendidas por la lluvia lloraban por el agua que les impedía salir a la calle. Maldita lluvia, decían. Bendita lluvia para un país sediento. ¿No han pensado que quizás Dios no quiere el teatro absurdo de las imágenes, la ostentación obscena de la riqueza en un mundo injusto?
Veo por la tele el llanto de los cofrades porque la lluvia ha impedido la salida de los pasos de Semana Santa. Respeto sus lágrimas y lo que ya no es más que una tradición asociada al turismo. Pero no deja de ser un sarcasmo. Hasta ahora, la gente ha mirado al cielo, como decía Machado, "con ojo inquieto si la lluvia tarda".Y la lluvia tarda.
Es como para no creer en Dios. No ha llovido durante meses y, precisamente ahora, se pone a llover, cuando en la lógica cofrade, no debía caer ni una gota. Debe ser que Dios pasa de las procesiones. Se ha convertido una expresión religiosa en un acto lúdico, fiestero y exagerado que nada o muy poco tiene que ver con la religión del Cristo al que adoran.
Esas vírgenes, esos cristos, cubiertos de oro y plata, con mantos recamados de joyas, no son sólo un insulto hacia un mundo que muere de hambre, es también el folclore en su peor expresión. Como espectáculo, le falta ritmo. Como hecho religioso, no sé qué tiene que ver con el amor y la pobreza predicados por el Nazareno.
Ayer veía al Papa lavando los pies de una docena de fieles con palanganas y jarros de oro en recuerdo del acto de humildad demostrado por el cristo al lavar los pies a sus discípulos. Brillaba el Vaticano como un ascua. La riqueza destellaba entre los cirios y las luces. Cristo lloraba y sufría en el Tibet, en Palestina, en África... y los sacerdotes de su religión bebían el vino de la misa en cálices de oro y pedrerías, vestían sus cuerpos con clámides y casullas de seda bordadas con hilo de oro.
Los cofrades que habían podido salir en procesión vestían sus caperuzas de colores, sus cíngulos dorados. Y debajo de los pasos penitenciales una veintena de muchachos se rompían la espalda cargando toneladas de riqueza. Luego, en un descanso, bebían sus minis de cerveza y devoraban entre risas bocadillos y tenteempies.
Cuesta trabajo entender tanta ostentación. Los cofrades de las procesiones suspendidas por la lluvia lloraban por el agua que les impedía salir a la calle. Maldita lluvia, decían. Bendita lluvia para un país sediento. ¿No han pensado que quizás Dios no quiere el teatro absurdo de las imágenes, la ostentación obscena de la riqueza en un mundo injusto?
Etiquetas: Miradas
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Becerro de oro
"El Becerro de oro es un ídolo, un falso dios adorado por los hebreos, según la Biblia.
Moisés estuvo en el monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches y en ellos le dio Yahvé, escritos en dos tablas de piedra, los diez mandamientos. Al ver que tardaba, el pueblo pide al hermano de Moisés, Aarón, hacer "dioses que marchen delante de nosotros". Aarón accede y con los aretes que llevan todos en las orejas, de oro, funde un becerro de este material.
Los hebreos adoran y ofrecen sacrificios al nuevo ídolo hasta que Moisés, de vuelta, al ver que estaban adorando al becerro de oro, rompe las tablas de la ley. Luego, destruye el becerro, lo hace literalmente polvo y éste lo esparce por el agua, en la que flota, para luego hacer beber de esa agua a los israelitas.
Posteriormente, volvió a subir al monte y pidió a Dios que perdonase al pueblo y sellase con él la alianza. Entonces, Dios pidió a Moisés que tomase dos planchas iguales de piedra y en ellas le mandó escribir las diez palabras de la alianza.
La tradición cristiana identifica al becerro con el demonio, siendo su adoración un prototipo de idolatría."
¿Es que acaso todos esos "cristianos" de las cofradías no han leído la biblia y no saben lo que es idolatrar?
A la mierda sus Becerros de Oro.
Alberto.
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"El Becerro de oro es un ídolo, un falso dios adorado por los hebreos, según la Biblia.
Moisés estuvo en el monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches y en ellos le dio Yahvé, escritos en dos tablas de piedra, los diez mandamientos. Al ver que tardaba, el pueblo pide al hermano de Moisés, Aarón, hacer "dioses que marchen delante de nosotros". Aarón accede y con los aretes que llevan todos en las orejas, de oro, funde un becerro de este material.
Los hebreos adoran y ofrecen sacrificios al nuevo ídolo hasta que Moisés, de vuelta, al ver que estaban adorando al becerro de oro, rompe las tablas de la ley. Luego, destruye el becerro, lo hace literalmente polvo y éste lo esparce por el agua, en la que flota, para luego hacer beber de esa agua a los israelitas.
Posteriormente, volvió a subir al monte y pidió a Dios que perdonase al pueblo y sellase con él la alianza. Entonces, Dios pidió a Moisés que tomase dos planchas iguales de piedra y en ellas le mandó escribir las diez palabras de la alianza.
La tradición cristiana identifica al becerro con el demonio, siendo su adoración un prototipo de idolatría."
¿Es que acaso todos esos "cristianos" de las cofradías no han leído la biblia y no saben lo que es idolatrar?
A la mierda sus Becerros de Oro.
Alberto.
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