16.3.08

 

La Elipsis de Rafael Reig

A veces, sólo a veces, Rafael Reig me crispa. Otras veces, como en los últimos días, me enamora. Su carta con respuesta de ayer es para recordar. Copio y pego.


Vivo en las afueras de un pueblo gerundense, municipio de Vilademuls. Por aquí pasa la Nacional II que va de Barcelona a Francia. Hace unos cuantos años empezaron a llegar chicas, la mayoría búlgaras, que ejercen la prostitución a pie de carretera. También en alguna carretera secundaria. Es sucio y feo. Pido al gobierno socialista que haga una ley que prohiba esta práctica. En Francia ya existe. A veces voy a pie por el arcén de la N-II y me disgusta ver pararse los coches de los clientes y contratar los servicios de las putas. Los gobiernos del PSC y PSOE son progresistas, pero fallan en esta cuestión. ¡Fuera putas de la carretera!

JAUME GIRONÈS TERRADELLES GIRONA


Su carta me ha recordado aquella vieja tira de Quino en la que Susanita y Mafalda encuentran un mendigo pidiendo en la calle. “¡Qué horror!”, dice Susanita. “Es verdad”, responde Mafalda: “Habría que proporcionarle una vivienda y un trabajo a esta gente”. Susanita le dice, asombrada: “¿Para qué hace falta tanto? Bastaría con esconderlos”. Usted parece favorecer la opción Susanita: le basta con que escondan a las prostitutas, porque a usted no le gusta verlas, es “sucio y feo”: ¡fuera putas de mi carretera!

¿Cuánta realidad queremos soportar? ¿Qué parte preferimos no ver y exigimos que nos la escondan, por favor? ¿Tenemos que saber acaso cómo viven los que fabrican nuestras zapatillas deportivas? ¿Tenemos que enterarnos de cuánto gana el camarero que nos agradece la propina? ¿Tenemos que saber quién recoge nuestra basura, cómo lo hace y cuánto le pagan por ello? Que haya cárceles, mataderos, centros de acogida para inmigrantes o consultorios para enfermos terminales, sí; pero nunca en nuestro vecindario: ¿por qué tenemos que verlos nosotros? ¿No están las autoridades precisamente para eso: para escondernos esa parte de la realidad que hemos decidido no ver? Que nos tapen los ojos. Que nos quiten las espinas del pescado antes de servirnos el plato. Que nos den una versión abreviada de la realidad: queremos verduras envasadas al vacío, ¡qué nos importa saber cómo las cultivan!

Usted, como aquel escribiente Bartlevy, preferiría no verlas. Yo a menudo me pregunto si no sería mejor que nos obligaran a mirar, que alguien nos dijera: ven, acércate, mira cómo vivo. Que no pudiéramos volver la vista y la espalda. Que algún día por fin nos diera vergüenza mirar para otro lado. Quizá llegue ese momento, pero mientras tanto, seguimos perfeccionando lo que en mi opinión define a nuestra sociedad: el arte de la elipsis. Metamos entre paréntesis la parte que preferimos no ver. Necesitamos electricidad, pero ponemos los enchufes detrás de los muebles de caoba. Es “sucio y feo”, pero por suerte basta con esconderlo.

Etiquetas:


Tu comentarios:
Que verdad más grande acabas de soltar por esa boca. ¿Es por esto mismo que nos gusta nuestro trabajo? Tenemos acceso a ver lo que otros no quieren ver y descubrir lo maravillosas que son esas personas a las que nadie mira y por las que nadie se interesa. Un abrazo. Alberto
 
Querido Alberto. En muchas ocasiones tiene un cierto privilegio al estar al lado de personas que te cuentan otras historias, que te acercan a otras realidades,... los que están en los márgenes, los que casi ni importan,... los que dan sentido a lo que hacemos en el día a día,...

Un besazo
 
Publicar un comentario



<< Vuelve atrás

This page is powered by Blogger. Isn't yours?