16.1.08
La importancia de que las abejas bailen
"[…] aquellos años aprendí a tragarme mis urgencias y saber que cada saliva es una historia de besos prestados y un sabor que nunca se parece al que dejamos en la última boca, aprendí que dependiendo de a quién beses y cómo lo hagas así será tu vida."
Diego González consiguió el XXVI Premio Felipe Trigo de narración corta con "La importancia de que las abejas bailen", una preciosa historia publicada ahora por Algaida que narra la historia de Nana, la última superviviente de una familia de apicultores de las Hurdes que vuelve a Extremadura tras residir en Barcelona, ciudad a la que huyó cuando su familia empezó a deshacerse. Una vieja fotografía en la que aparecen dos apicultores castrando una colmena hace que la anciana reviva su pasado. Recuerda una primavera de 1940 en la que las abejas no querían bailar y el colmenar enfermó, por lo que su familia tuvo que contratar a Héctor, un fundidor de campanas del que aseguraban que poseía la extraña habilidad de hacer bailar a los insectos con sólo mirarlos.
En los últimos días estaba leyendo "Un día de cólera" de Pérez Reverte pero cuando pasé el martes por "El Quijote" sobre la mesa de Álvaro había varios ejemplares de este libro. Me gustó el título. Me lo compré. Y esa noche le fuí infiel a la historia del 2 de mayo (reconozco que me tiene un poco cansado ). "La importancia de que las abejas bailen" es un bello relato cargado de poesía. Un relato que permite saborear una parte de Extremadura. Un relato cercano, certero y emocionante. Un auténtico placer recorrer las palabras de Diego en esta excelente historia.
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